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Hace algunos años, cuando vivíamos en España y nuestros hijos más grandes todavía eran chicos, publicamos una revista infantil que nos gustó muchísimo, muchísimo hacer. La pensamos con enormes autores y dibujantes (es decir, con la misma calidad de la revista Orsai para adultos) pero para chicos. Le pusimos de nombre Bonsai —porque era una Orsai más bajita— y disfrutamos un montón diseñándola y escribiéndola con mis amigos Chiri Basilis y Margarita Monjardín.
Yo escribí una cantidad enorme de cuentos para esa revista, y también escribieron como locos Josefina Licitra y Eduardo Abel Giménez. Y los dibujantes que elegimos eran unas bestias: Poly Bernatene, Alberto Montt, Gustavo Sala, Matías Tolsà (por nombrar a algunos), y también estaba Natalia Méndez (experta en literatura infantil) supervisando todo. Y el mejor papel, y una encuadernación cuidada. Un lujo. Un lujo.
Después pasó el tiempo. Nos volvimos a vivir a Argentina. La revista dejó de hacerse por temas de costos.
Hace un tiempo, buscando una lectura para mi hija Pipa, me puse a hojear las viejas revistas Bonsai, una atrás de otra, y me fascinaron. Fue alucinante redescubrir la calidad inmensa de esa revista.
Yo no sé si es porque otra vez tengo una hija chiquita en casa, o si es porque estoy de nuevo en Argentina, pero me dieron unas ganas inmensas de volver a publicar Bonsai. Unas ganas tremendas que al otro día seguían intactas.
Entonces hablé con Margarita y con Chiri, y ellos también estuvieron de acuerdo. Y entre los tres decidimos que Bonsai se reimprimiera para que aquellos lectores que ahora son padres y madres puedan compartirla con sus hijos —o que esa sea la excusa para comprar literatura infantil—.
Esta revista es mucho más grande que las viejas Bonsai, tiene más de doscientas páginas y se pone a la venta hoy mismo.
Si ustedes ya tienen las tres Bonsai chiquitas que hicimos entre 2013 y 2014 no hace falta que compren esta —a no ser que sean fetichistas, coleccionistas o inadaptados—. Pero si nunca tuvieron una Bonsai en las manos este es el momento.
Si tienen hijos, nietos o sobrinos, van a tener la excusa perfecta. Pero si no hay menores en sus vidas, alquilen uno. Hagan algo. No se priven. No dejen de tener Bonsai en casa. Y después se la regalan a un chico o a una nena del barrio. Al menor que se les ocurra. Porque posiblemente esta sea la última vez que una criatura tenga la posibilidad de añorar, en el futuro, el olor a la tinta y al papel.